Isabel II acude al bautizo de dos de sus bisnietos, pero ninguno de ellos es la pequeña Lilibet
Cuando los duques de Sussex anunciaron que habían llamado a su hija Lilibet Diana, la elección de este nombre se interpretó como una forma de tender una rama de olivo a la monarquía británica en general y a su mayor representante en particular, Isabel II, después del malestar que había generado en el palacio de Buckingham su entrevista con la presentadora Oprah Winfrey.
Desde entonces se ha especulado mucho con un hipotético regreso del matrimonio a Reino Unido para que la familia de Enrique pueda conocer a la niña y aprovechar de paso para bautizarla en presencia de la soberana, pero por ahora no se ha confirmado ninguna información al respecto. Este mismo domingo Isabel sí ha asistido a un bautizo de dos de sus doce bisnietos, pero se trataba de los hijos pequeños de sus nietas la princesa Eugenia y Zara Tindall.
Justo una semana después de cancelar una aparición pública debido a problemas de espalda, la monarca de 95 años acudió a la Capilla de Todos los Santos ubicada en los terrenos del Great Windsor Park para formar parte de una ceremonia de carácter privado en la que se bautizó al pequeño August, el primer hijo de Eugenia con su esposo Jack Brooksbank, y Lucas Philip, el tercer retoño de Zara con Mike Tindall.
Según ha asegurado una fuente cercana a la familia real, Isabel estaba decidida a no perderse este evento después de la decepción personal que supuso no participar en los actos del Remembrance Day, una cita que rinde homenaje a los caídos en combate. La reina eligió un llamativo traje verde para una ocasión tan feliz y se la vio caminando sin ayuda hasta la puerta de entrada tras bajarse del Range Rover en que había viajado.
Curiosamente, la princesa Beatriz no quiso sumarse a la celebración bautizando también a su hija Sienna, de dos meses, aunque en este caso podría deberse a que aún es muy pequeña. Según la tradición de la familia real, los bautizos tienen lugar tres o cuatro meses después de la llegada al mundo del bebé, lo cual implica que tanto los padres de August, de nueve meses, como los de Lucas, de ocho, ya habían esperado bastante para hacerlo.