Azealia Banks acabó durmiendo en un almacén cuando ya era famosa
Hace una década Azealia Banks era una de las figuras más prometedoras de la escena rap femenina, pero al final su carrera acabó viéndose eclipsada por los escándalos que ha protagonizado a lo largo de los años. La cantante consiguió enemistarse con todo un país cuando calificó a los irlandeses de “leprecauns endogámicos” tras ser expulsada de un vuelo de la compañía Aer Lingus, se burló públicamente de la nariz operada de Lana Del Rey durante una discusión en Twitter, acusó a Nicki Minaj de plagiar su estética de sirena en uno de sus videoclips, inició una campaña de crowdfunding para tratar de financiar una demanda contra Russell Crowe y tuvo que acudir a clases del control de la ira por orden de un juez después de liarse a golpes con la portera de un club nocturno allá por 2016.
La lista de incidentes que tienen a la rapera como protagonista es mucho más larga y al final consiguió ganarse a pulso un hueco en la lista negra de la industria musical por su reputación de joven problemática y volátil. Ahora mismo Azealia ha conseguido recuperarse, como demuestra el hecho de que su patrimonio neto ronde los 3 millones de dólares, pero llegó a vivir en un almacén cuando los promotores y sellos discográficos le dieron la espalda.
“Hubo un momento en que la gente no quería contratarme. Tuve que soportar que otros artistas robaran mis derechos de autor y muchas mi**das de ese tipo. Hubo un momento en que era tan pobre que dormía en un almacén. Ya sabes, era famosa y estaba completamente arruinada”, ha explicado en una nueva entrevista con la revista Dazed.
La artista también ha conseguido enfurecer a la comunidad gay y trans por una serie de comentarios que realizó a través de Twitter -ella sigue sosteniendo que no hablaba en serio cuando aseguró que quería “rociar con spray de pimienta a un hombre gay”- y que acabaron costándole la expulsión de la plataforma en 2020.
La artista considera que se la juzgó con una dureza inusual, que no se aplica a los hombres en el mundo del espectáculo, por lo que no dejaban de ser “unas bromas poco afortunadas”, y en su opinión nada de lo que dijo justifica el castigo que recibió. “Todo el mundo hace un chiste malo alguna vez. ¿A quién le importa? A Quentin Tarantino le pagan 500 millones de dólares por hacer chistes malos todo el tiempo. Venga ya. Deja que me desahogue”, ha lamentado.